Hace unos días leí un artículo que alertaba sobre la posibilidad de extinción de la mayoría de las profesiones a manos de la tecnología. Actividades impensadas como la odontología o la abogacía sucumbirían a los códigos de la robótica. Dictámenes logrados a través de inteligencia artificial y tratamientos de conducto simultáneos milimétricamente realizados por robots parecen ser un futuro posible; y más allá de la inminencia de esta nueva realidad, que depende de muchos factores, me pregunto cuáles son las condiciones que nos van a destacar ante las máquinas. ¿Qué nos hace diferentes? ¿Qué nos hace únicos?
Leyendo a expertos en el tema, me encuentro con una respuesta simple pero potente. ¿Qué nos hace diferentes o destaca frente a iguales profesionales con similares trayectorias en un mismo contexto laboral? La empatía y la escucha activa, sumada a la tan necesaria capacidad de adaptación a los cambios.
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y sentir como él; la escucha activa por su parte se manifiesta cuando todos nuestros sentidos están puestos al servicio del otro, estamos escuchándolo sin pensar qué le vamos a responder.
El ejercicio de estas dos herramientas positivas de nuestro desarrollo profesional nos son intrínsecas. Muchas veces al referirnos a personas que no demuestran sus sentimientos los llamamos robots, seres incapaces de sentir y que no tienen sensibilidad ni se toman el tiempo de entender al otro. ¿Cuán robot estás siendo?
Como seres racionales y emocionales tenemos la posibilidad de usar esto que nos hace únicos a nuestro favor. ¿Cómo lo ponemos en práctica?
¿Estás siendo amable con tu entorno? ¿Estás al servicio del otro? Cuando te convocan o piden algo: ¿Cuál es tu primera reacción? ¿Sos permeable o estás a la defensiva?
Preguntate todas las veces que sea necesario qué estás buscando, cuál es tu objetivo. En base a ello diseñá un plan que tenga en cuenta la empatía y la escucha activa como condiciones necesarias para alcanzar la meta.
Si lográs poner en práctica ponerte en el lugar del otro y escucharlo construyendo conversaciones con sentido, vas a distanciarte de las máquinas para poner en evidencia aquello para lo que somos únicos: la capacidad de sentir.
Tenemos la oportunidad de entrenar o profundizar estas competencias antes de que los robots se quieran quedar con nuestro puesto. No hace falta invertir en capacitaciones ni esperar que algo futurista suceda. Es algo que todos podemos hacer con la simple intención de ser mejores personas cada día en todos los ámbitos en donde nos toque estar. ¿No te parece?